martes, 2 de junio de 2015

OBITUARIO DE ISABEL LUZURIAGA



Quienes conocimos a Isabel Luzuriaga atesoramos el ejemplo de una mujer valiente, generosa y llena de energía, de contacto directo y vibrante y cuya biografía tuvo acontecimientos difíciles sobre los que tomó decisiones arriesgadas.

Llevaba dentro de sí el amor por la naturaleza granítica y el olor a jara de la Sierra de Guadarrama que actuaron como un imán para promover el regreso a la tierra en que creció.
Isabel nos transmitió rigor clínico y técnico, la importancia de una lectura atenta y cuidadosa de los textos, el inconformismo con la suerte padecida por las palabras y significados después de una traducción cualquiera y la necesidad de un trabajo minucioso y fidedigno volviendo al texto original hasta lograr otra más respetuosa con el original del autor. 

Nos guió y acompañó por los escritos de Bion, deteniéndose y haciéndonos detener ante oscuridades que sólo revelaban su riqueza al atravesar frustantes penumbras de asociaciones, después de lo cual aparecía lo insólito. Nos mostraba así el valor de la capacidad negativa, transmitiéndonos el requisito de estar también ante el texto sin memoria, deseo o comprensión. Pero además enriquecia constantemente los seminarios con ejemplos clínicos, después de los cuales los conceptos dudosos quedaban aclarados y dispuestos para nuestro quehacer psicoanalítico. 

Trabajó en análisis de niños y adolescentes escribiendo "la inteligencia contra si misma: El niño que no aprende" (1972) donde abordó la problemática del aprendizaje y del desarrollo de la inteligencia desde la perspectiva de Bion, M. Klein, D. Winnicott y Freud, dirigida no solo a los psicoanalistas sino también a pedagogos, pediatras, maestros y padres, rindiendo así tributo a alas inquietudes tanto de su padre, Lorezo Luzuriaga como de su madres María Luisa Navarro, especialista en educación de sordomudos, ambos reconocidos pedagogos. 

Anteriormente había publicado "Función y disfunción de la inteligencia" (Revista de la APA), "La lucha contra la interpretación" (Rev. APA), "El niño y sus juegos" (Rev. APA) y "Pensando en voz alta sobre la técnica analítica" (Rev. APM 2006). 

Isabel era mucha mujer. Sincera y apasionada en todo, le encantaba la música, la literatura, la arquitectura, Machado, Mozart, la España republicana... Su cultura y su gran vitalidad la llevaron hasta rincones perdidos en la geografía europea para conocer personalmente a escritores que admiraba o hasta la primera línea del frente en un conflicto bélico. 

Y además, disfrutaba de la vida. Había viajado mucho y vivía intensamente tanto lo artístico como el valor de las pequeñas cosas, compartiéndolas generosamente con quienes la acompañábamos en los tiempos libres de los congresos, donde uno se encontraba guiado por ella, en la mejor heladería y con la vista más privilegiada de Turín o en un restaurante clásico de Londres donde desde siempre se servía una de las mejores carnes asadas de la ciudad. 

Tuvo proyectos hasta el último momento de su vida pues hace escasamente un mes dijo a su hija que ojalá tuviera fuerzas para escribir algo sobre la vejez. 

Cedió la biblioteca de su padre, el prestigioso pedagogo Lorenzo Luzuriaga a la Fundación Giner de los Ríos y a la Institución libre de Enseñanza y la correspondencia con Ortega y Gasset a la Fundación del mismo nombre. Quiso entrañablemente a su familia. 

Entre sus papeles existia un mensaje dirigido a sus hijos, Maruja y Miguel para ser leído después de su muerte donde les decía:

"¡Ánimo, no es pá tanto!"

Descanse en paz.

Pedro Gil Corbacho
http://www.apmadrid.org/obituario-de-isabel-luzuriaga
 

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